Perguntam-me não raras vezes:
- "Qual o livro de José Saramago que mais gostaste de ler?"
A resposta que pode ser dada a cada momento:
- "Impossível de dizer... não sei responder, não seria justo para com outros (livros) não nomeados. Mas uma coisa sempre soube. Uma obra de Saramago, enquanto "pseudo ser vivo" ou com "gente dentro" tem que me raptar, prender-me, não me deixar sair de dentro das suas páginas. Fazer de mim um refém, e só me libertar no final da leitura... mesmo ao chegar à última página. Aí, o "Eu" leitor que se mantém refém, liberta-se da "gente que a obra transporta dentro" e segue o seu caminho.
Mas segue um caminho que se faz caminhando, conjuntamente com mais uma família"

Rui Santos

sábado, 11 de julho de 2015

Juan Cruz do "El País" entrevistou José Saramago "Saramago vuelve a la niñez" (20/08/2006)

"No podía dar una visión idílica de tiempos que de idílicos no tenían nada", explica el escritor portugués, de 83 años, a propósito de su infancia. Acaba de terminar de escribir 'Las pequeñas memorias'.

A entrevista pode ser lida e consultada, aqui,

"Saramago vuelve a la niñez" de Juan Cruz (20 de Agosto de 2006)

(José Saramago / Associated Press)

José Saramago tiene 83 años y acaba de volver a la niñez, escribiendo Las pequeñas memorias, que terminó esta misma semana (el 15 de agosto) en su casa de Lanzarote. Hablamos con el premio Nobel portugués en la biblioteca que acaba de estrenar. "Pude haber pensado que un día tendría el Nobel, pero jamás se me pasó por la cabeza que tendría una biblioteca como ésta. Claro, es obra de Pilar". Pilar es Pilar del Río, su mujer, su traductora; ya trabaja en la traducción de Las pequeñas memorias. La biblioteca está completamente informatizada, y está conectada a la Universidad de Granada y a otras instituciones docentes y literarias del mundo. Ya Saramago ha publicado más de 40 libros; el último fue Intermitencias de la muerte (Alfaguara). Las pequeñas memorias se publicará el 16 de noviembre en su editorial portuguesa Caminho, coincidiendo con el cumpleaños del escritor, y se presentará ese mismo día en Azinhaga, su pueblo natal; en España, el libro aparecerá en Alfaguara, como toda su obra.

Pregunta. ¿Qué se siente al acabar un libro?
Respuesta. Emoción. A veces, lágrimas. Ocurrió con Ensayo sobre la ceguera, con Intermitencias de la muerte. Cuando acabas, te despides, entra una especie de vacío, ¿y ahora qué? Siempre.

P. ¿Pasó con éste?
R. Pasó. Es un libro de memorias de cuando era pequeño; se iba a llamar El libro de las tentaciones, pero me pareció pretencioso, así que le puse este título, que es idéntico a su propósito: Las pequeñas memorias. Me quedé siempre muy atado al niño que fui, y ahora me ha sorprendido la cantidad de recuerdos que tenía de aquella época. El libro me ha hecho sufrir un poco. Al final también hubo alivio.

P. ¿Sufrió escribiéndolo?
R. Porque algunas cosas que cuento son dolorosas. Recuerdos familiares que no son agradables, que me tocaron negativamente; podía haberlos omitido, pero no podía dar una visión idílica de tiempos que de idílicos no tenían nada. Eso me ha producido dolor. Y a veces me he bloqueado. Sólo me había sucedido con Manual de pintura y caligrafía.

P. Dolor en la niñez.
R. Cosas que un niño no debía haber visto. Cuando lo leas sabrás de qué estoy hablando.

P. Ochenta y tres años. ¿Qué le ha hecho volver a una edad tan remota?
R. Es una idea que ya llevaba más de veinte años en mi cabeza. Ahora o jamás. Son 150 páginas. No es literatura sobre lo que he vivido, sino lo que he vivido. Si hubiera literaturizado la vida hubieran salido 500 páginas.

P. ¿Qué efecto sentimental produce una confesión así?
R. Un adulto escribe memorias de adulto, acaso para decir: "Miren qué importante soy". He hecho memorias de niño, y me he sentido niño haciéndolas; quería que los lectores supieran de dónde salió el hombre que soy. Así que me centré en unos años, de los 4 a los 15.

(José Saramago / Consuelo Bautista)

P. ¿Y de dónde viene?
R. El libro tiene un epígrafe, que viene de un libro que me inventé, Libro de los consejos: "Déjate llevar por el niño que has sido". Si no hubiera vivido aquella infancia no sería exactamente éste que soy. Algunos puntos significativos de mi forma de ser son las de aquel niño.

P. ¿Rejuvenece escribir memorias?
R. Puede que sí. Lo que es cierto es que lo he escrito como si estuviera viviendo en aquel momento.

P. Dos Nobel, Grass y usted, escribiendo memorias.
R. Las suyas son diferentes.

P. ¿Cuál es su reacción a lo que ha sucedido con Grass?
R. Primero he tenido perplejidad. Nunca hubiera pensado que él hubiera estado en las Waffen-SS..., y menos aún que hubiera ido como voluntario. Y me ha sorprendido la violencia de las reacciones. Él tenía 17 años. ¿Y el resto de la vida no cuenta? Me parece una reacción hipócrita la que ha habido, de mucha gente que acaso no consulta su propia conciencia. Mucha gente quiere buscar pies de barro a personalidades influyentes. Me recuerdan al que iba de ciudad en ciudad, siguiendo un circo. Un día le preguntaron: "¿Por qué sigue tanto a este circo?". "Porque quiero ver cuándo se cae el trapecista y se mata". Y me parece indigna, infame, la insinuación de que Grass ahora lo dice por motivos promocionales de su libro. ¿Qué juez puede decir que una confesión viene demasiado tarde? La verdad es que lo ha dicho, ahí está su confesión.

P. Le hemos visto firmando una declaración de notables sobre Cuba. ¿Cómo ve el futuro?
R. Se observa menos crispación en el exilio. Y estamos percibiendo señales de que empieza la transición. Ojalá la haga el pueblo cubano, sin interferencias, aunque siempre cabe preguntar si Estados Unidos se va a limitar a asistir a esa transición.

P. ¿El pueblo cubano de dentro y de fuera?
R. Claro. Espero que haya negociación, diálogo, ya no hay lugar ni para invasiones ni para asesinatos, sino para que haya acuerdos básicos que contemplen también las indudables conquistas de la revolución: sanidad, cultura, educación...

P. Otro asunto de su preocupación. Estalla Oriente Próximo.
R. Mientras no se resuelva el problema de Palestina, que tenga su Estado, no habrá paz allí. Israel produce una ocupación militar de Palestina, manda a guetos a sus nacionales. No se me va de la memoria lo que dijo un intelectual judío, Leibovitz, sobre el carácter judionazi de su Ejército, de las reacciones de su Ejército; y no se va de mi memoria el dolor que produce ver niños a los que rompían los huesos de las manos, con martillos, en el curso de la primera Intifada. Cuando digo que las víctimas, con las que todos nos solidarizamos, no pueden hacer de verdugos y llamo la atención sobre ese carácter de la reacción militar israelí, siempre oigo voces -"ya está de nuevo el Saramago ese"-, pero lo que digo es la verdad, tiene que ver con los hechos...

P. ¿Qué hacer?
R. Ojalá los organismos internacionales comprendan esto de una puta vez: mientras eso no se resuelva, Israel siempre se sentirá amenazado, y responderá con la agresividad que muestra su Ejército, el más poderoso de la región. Algún signo positivo he visto últimamente: la posible alianza de Al Fatah con Hamás para gobernar.

P. Usted no es un hombre optimista.
R. ¿Cómo vas a ser optimista si lees el periódico? El mundo es el lugar del infierno; millones nacen para sufrir; no les importan nada a nadie. No soy un pesimista, soy un optimista bien informado.

Revista Blimunda #14 - Mês de Julho 2013 - Recordação de edições antigas

Revista Blimunda #14 - Mês de Julho 2013 - Recordação
Neste mês de Julho, recordamos o #14 da Revista Blimunda 
Pode ser descarregada gratuitamente, aqui
em http://blimunda.josesaramago.org/2013/07/20/blimunda-14-julho-de-2013/

(Capa da edição #14 - Julho de 2013)

Sinopse da edição
"De que forma pode o quarto poder sobreviver à encruzilhada? A Blimunda de julho tenta perceber que caminhos podem ser percorridos, através de um texto de Sara Figueiredo Costa e das respostas de três jornalistas que em Espanha, Portugal e Grécia fazem do jornalismo um processo sério, rigoroso e sem cedências. Um dossier de leitura recomendada para discutir perspectivas de futuro para um dos pilares dos estados democráticos.

No infantil e juvenil, uma viagem de Andreia Brites aos “Encontros” que Margarida Botelho promove em torno dos livros, da educação pela arte, com paragens em Moçambique e na Amazónia. Um testemunho da forma como estes caminhos considerados por muitos como alternativos assumem uma importância cada vez maior na construção de novos cidadãos, no pleno respeito pela diversidade cultural.

A fechar, a Saramaguiana de julho centra-se em dois locais fundamentais para a vida e obra de José Saramago. Nas palavras do próprio, recuperamos os textos sobre a cidade de Lisboa que integram o livroViagem a Portugal, no primeiro de três excertos que terão continuação em agosto e setembro. Sobre Lanzarote, o diário de viagem do jornalista Ricardo Viel, que visitou a ilha que tambem é de Saramago no passado mês de junho, quando se inaugurou a rotunda com o nome do Escritor.

Tudo isto e muito mais, na Blimunda de julho.

Boas leituras!"

"História do Lagarto Verde" - Maria Alzira Seixo faz a crítica a "As pequenas memórias" (JL #846 - 8/11/2006)

"Maria Alzira Seixo faz a crítica a "As pequenas memórias", 
na edição do JL 846, de 8 de Novembro de 2006"

Pode ser consultado e lido, aqui
em http://visao.sapo.pt/historia-do-lagarto-verde=f562777

(Maria Alzira Seixo, José Saramago e Luiz Francisco Rebello)

"História do Lagarto Verde"

"Saramago dá-nos, com As Pequenas Memórias, o trigésimo nono volume da sua obra. Mais consagrada ao romance, é de facto obra de polígrafo: integra outros géneros de ficção (conto e novela), significativa produção de teatro, escritos opinativos e autobiográficos, livros de crónicas e de poesia que lhe marcam o início da carreira e nos quais encontramos em esboço muita da sua temática posterior, e textos híbridos que equacionam em densidade o seu modo de articular literatura e mundo: O Ano de 1993 e Viagem a Portugal. Após Cadernos de Lanzarote, o entendimento do eu como objecto de reflexão e não apenas ponto de vista dá agora outro resultado de escrita, que o autor judiciosamente apelida de memórias.
O memorialismo parte do eu, mas enquanto postura narrativa de quem dá a ver as coisas e sabe que se arrisca a ser comprovado, ou não, no que conta; o memorialismo não se ocupa do eu para o narrar como objecto privilegiado, caso em que resvala para a autobiografia, e por isso alcança a sua integração reflectida na comunidade e, nesse sentido, ultrapassa a subjectividade para traçar lugares e tempos que valem por interesse próprio, enquanto modos de vida idos que são raízes e alimento da sociedade actual. Como fez Saint-Simon, o memorialista que Proust punha acima de todos, seguindo-o na sua obra compósita de memórias, autobiografia e ensaio, que é sobretudo ficção.
Quem ler As Pequenas Memórias vê satisfeita a curiosidade de saber como viveu e cresceu este vulto das Letras, e será surpreendido pela lição de briosa humildade que elas contêm, assim como pelo exemplo de trabalho e estudo que fazem, do menino rústico e sem condições, a culta e interventiva personalidade que é Saramago no mundo de hoje. Este exemplo não pode ser entendido como expoente de regra, pois é excepção, mas permite ponderar os resultados do facilitismo no ensino actual, assim como condições que, proporcionadas sem sentido moral e afectivo, não dão frutos. Os objectivos morais não emergem na escrita do texto, mas o certo é que nele se fala muito de costumes. Que erguem diante de nós terra e gente, um estilo de vida do campesinato e de classes urbanas desfavorecidas. Sem propaganda nem miserabilismo. Na real.

Um lagarto na memória
Na real, é como quem diz. Naquela camada de real indestrinçável de factos, emoções, ecos, pressentimentos, interpretações e olvido recuperado que leva a acarinhar ou idealizar a vida passada, mesmo se foi difícil. E a isolar nela grandes acontecimentos e pormenores fortuitos que, postos por escrito, os irmanam em poder de repercussão. Por isso acho nestas memórias do "rapazinho da Azinhaga" (a que o autor chama "as memórias pequenas de quando fui pequeno") a história do lagarto verde.
Dir-se-á, com razão, que o livro dá conta da expressão indelével provocada no sujeito da escrita por pessoas (os avós maternos, o primo José Dinis, o irmão Francisco), lugares (o rio Almonda e o Tejo, o olival, ruas de Lisboa), habitações (em constantes mudanças por partes-de-casa), momentos afectivos (encontros com raparigas, a ternura dos bacorinhos que dormiam com o avô, o medo dos cães, o gosto pelos cavalos), de lazer aprazível (idas à pesca ou ao cinema "Piolho "), de contacto problemático com os outros (a maçaroca surripiada ao primo), de entrada na escrita (escrever na pedra, os ditados na escola, a primeira quadra). Tudo isso é o livro.
Mas o livro é também o lugar original formulado no começo, em estilo indirecto (como o nome que a contingência cola à pessoa), a colocar no coração da frase um caminho tosco de vida (a "azinhaga"), ligado à História e à imaginação, às águas do rio e às árvores que o bordejam, e ao extenso olival com troncos em cujas locas "se acoitavam os lagartos", destruído pelas transformações agrícolas da União Europeia. "Contam-me agora que se está voltando a plantar oliveiras", escreve o autor; "o que não sei é onde se irão meter os lagartos". E de certa forma, nestes troços despegados da recordação (como as talhadas de melancia que come, já perto do final), "o pobre de mim", como ironicamente se autoapelida ao jeito de Fernão Mendes Pinto, parece não ter em vistas um fito muito estável, oscilando entre um projectado Livro de Tentações e estas memórias do "eu pequeno", do qual não anda visivelmente à procura já que é ele que aqui o comanda. E do que a mim me parece que anda à procura é de saber mesmo onde se meteram os lagartos. Como se a própria estrutura da narrativa, dada em continuidade de discurso mas entremeada de espaços em branco, figurasse frinchas por onde esses seres vivos alapardados ao sol da memória se escapam quando pretendemos alcançá-los com os gestos das nossas sombras escritas.
A mistura de real e imaginário, dada pela memória que inventa a vida para a dar em literatura, atravessa a individualidade do memorialista para reconstituir esboços de história das mentalidades, hábitos quotidianos, crenças e modos de agir hoje raros. Quem se lembra do uso de defumadouros para afastar doenças e mau olhado? Ou do ruído da "costureira" em tardes de verão ou serões silenciosos de leitura e bordados? Eu lembro-me. Como me lembro do sistema de contabilidade dos analfabetos de então, o da avó Josefa de Saramago e da minha tia Emília, que tinha um lugar de fruta e hortaliça e não lhe falhava um tostão no rol de fiados, com aqueles sinais que mais ninguém entendia e me ensinou, de círculos fechados com uma cruz interna (um escudo), um traço diagonal interno (cinco tostões), sem traço (um tostão) e risco sem círculo nenhum (meio tostão). Ou sistemas de partilha empírico-afectiva, como a sopa que o petiz e a mãe comem do mesmo prato, com duas colheres e um de cada lado. Ou o costume, por necessidade e natureza, de andar de pé descalço; ou ainda, entre pavores e tentações, e medo do escuro como todas as crianças, dormir no chão com as baratas, "não estou a inventar nada, de noite passavam-me por cima", diz ele sem mais comentários. E passa adiante, tal como o petiz dormia. E que passou adiante vê-se em cenas do ontem dadas por ele hoje, como a do Otelo de Mouchão de Baixo ou do sapateiro que lia Fontenelle. Para pé-descalço e meio prato de sopa, não se pode dizer que José Saramago venha mal alimentado do caminho que percorreu.

Nas asas da palavra
Ao ouvir ler em voz alta o primeiro livro de que se lembra, Maria, a Fada dos Bosques, Saramago entra em contacto com a literatura, e o importante não parece ser tanto a impressão que lhe provocam cenas do livro como a sensação de ser levado a outros mundos pela articulação encantatória das frases, revigorando em experiência pessoal as "palavras aladas" de Homero que como escritor tenta também. Essa é talvez a maior das tentações neste livro onde, a certa altura, explica que a sua génese era a de ponderar sobre "a teratologia da santidade", isto é, os desejos e monstros, os pesadelos e pavores da noite que afligiam a mentalidade infantil reprimindo a sua expansão de natureza humana. É por isso que a Saramago-criança se vai contrapondo o Saramago-homem, a olhar para si de longe e para o mundo onde, pequeno, mas porque pequeno é o homem, se integra natural e artificiosamente.
Com a sua propensão para a integração na natureza (campos, animais, costumes urbanos primitivos) e a vocação da construção da arte. Quando relata as idas à pesca em petiz, e a imobilidade espelhada do pedaço de rio, é o Saramago de hoje quem escreve, a partir da indizível sensação da criança: "não creio que exista no mundo um silêncio mais profundo que o silêncio da água". A recordação é por vezes confessada invenção ("senti dentro de mim, se bem recordo, se não o estou a inventar agora, que tinha, finalmente, acabado de nascer") assim se transmudando em descoberta; outras vezes acontece, inexplicável, pois "esquecemos o que gostaríamos de poder recordar" e, por outro lado, "recorrentes, obsessivas, reagindo ao mínimo estímulo, vêm-nos do passado imagens, palavras soltas, fulgurância, iluminações, e não há explicação para elas, não as convocámos, mas elas aí estão". O livro termina com uma iluminação destas, forte e concentrada, adjacente ao que se narrou, e onde o autor se dá como sujeito de observação e participante moral da acção. Aquilo, afinal, que o escritor vai ser. Passa-se nas ruínas de uma malhada de porcos, entre um homem e uma mulher não identificados, e o narrador (jovem) senta-se num valado, "a distância, perto de uma oliveira ao pé da qual, dias antes, tinha visto um lagarto verde". E quando a cena termina, com a partida das personagens, o livro finda também com a observação do autor: "nunca mais tornei a ver o lagarto verde".
Os lagartos, que de início afirmava não saber onde se tinham metido, meteram-se afinal aqui no livro, como símbolos da familiaridade terrestre e do gosto pelo sol, em lendas mediterrânicas representando a inexorabilidade da morte. Como reconhecimento também da inocência perdida, sobretudo porque a observação se segue à menção da morte de José Dinis, o primo com quem se dava como o cão e o gato, e a quem, nas penúltimas linhas, furtara a maçaroca, após saborearem ambos a bela melancia de casca verde-escura, de cujas talhadas foi ficando o "castelo" ou "coração". Isto é, o cerne da recordação. A simbólica de Saramago é sempre objectual e pede para ser lida à letra, como palavra a saber a sentidos, mas a sua notação sóbria, despojada, emerge isolada no texto, a despertar os sonhos e tentações, também no espírito do leitor."

Ler mais: http://visao.sapo.pt/historia-do-lagarto-verde=f562777#ixzz3fZVMT3l0