Baseado no romance de José Saramago "Ensaio sobre a Lucidez", e que pode ser consultado, aqui em http://www.hoydia.com.ar/magazine/9618-el-voto-en-blanco
«…que pesaba mucho más como ausencia» (Adriana Lisboa)
por Miguel Koleff
Especial para HDC
"Transitamos jornadas electorales, de modo que no viene nada mal pararnos un minuto para pensar en lo que realmente significa el derecho de votar. Nos han enseñado que a través del sufragio contribuimos –de manera soberana- a elegir nuestras autoridades. La ley nos impone esa obligación al tiempo que ratifica un derecho. Es cierto que también prevé la posibilidad de introducir un sobre vacío si no nos identificamos con los partidos en pugna. Sin embargo el voto en blanco –de él estamos hablando- no goza de mucha simpatía en general. Incluso, se lo homologa a una falta de coraje ciudadano. Si uno confiesa abiertamente esa opción, a la salida de un comicio, puede ser tildado de irresponsable y genuflexo cuando no de traidor y poco comprometido con las instituciones. Pesa un mal irremediable sobre este ejercicio de libertad que es tan lícito como el voto efectivo. Saramago no se salvó de ese estigma cuando en el año 2004 publicó “Ensayo sobre la lucidez” y llevó el tópico a la ficción, ya que los medios oficiales de entonces –envalentonados como estaban contra su persona- rápidamente lo fustigaron acusándolo de anarquista, antidemócrata, e instigador de actos de rebelión al orden constitucional. Nada más desacertado que todo eso. La sutil ironía saramaguiana pasaba y pasa todavía, por un costado ignorado que es difícil de asumir con idoneidad: la capacidad de decir «no» a un orden de cosas que conspira contra los propios principios.
La novela en cuestión se concentra en las elecciones municipales de una capital en la que la mayoría de los habitantes se inclina por el voto en blanco, superando el 73% en la primera vuelta y el 80% en la segunda. Son circunstancias imprevistas ante las cuales el poder de turno se rinde por el atenazamiento de la gobernabilidad puesta en discusión. Ahora bien, antes de hipotetizar sobre el curso de los acontecimientos narrativos, es oportuno preguntarse qué pasa en realidad cuando se apela a ese recurso en una convocatoria cívica en lugar de escoger la abstención. O sea, ¿qué se quiere expresar en ese acto? Por lo pronto, un rechazo voluntario a una o a más opciones que se presentan y que no se adecuan ni al pensamiento ni a la ideología ni tampoco a la escala de valores y credibilidad de quien lo hace carne. Hay que decir –en este sentido- que, a través de esa acción, el votante está sincerando un punto de vista y actuando en consecuencia. Está también cumpliendo un deber cívico y ejerciendo el derecho que le es concomitante. Algo muy distinto de lo que supone negarse a votar, ignorar los comicios o anular un voto manipulando contra él.
Si nos tomáramos un poquito de tiempo y analizáramos esta cuestión con diligencia veríamos que la opción traída a colación no es desdeñable, pero para ello hay que desnaturalizar el sesgo de tibieza que se le imprime y, sobre todo, arremeter contra su destino de ignominia. Lo podemos hacer, extrapolando los contextos y considerando una situación diferente de la electoral. Por ejemplo, es un buen recurso para sentar nuestra perspectiva y hacerlo sin violencia manifiesta cuando nos sentimos ninguneados: se está por cortar una torta a la que tenemos derecho pero no fuimos invitados al ágape. En lugar de reclamar, hipostasiar, juzgar o estereotipar al enemigo, podemos «votar en blanco», esto es, no asentir con el procedimiento de exclusión y hacerlo saber, sin propiciar una desbandada. La declaración de ausencia vale por lo que pesa y evita la indigestión. La metáfora del color blanco –sin que implique la idea de rendición a la que se suele asociar- tiene alguna fuerza expeditiva en este marco. No ofende ni afrenta abiertamente, pero protege y efectiviza de manera explícita el desacuerdo. Nos hace saber a nosotros y también a nuestros interlocutores que el juego se está realizando por fuera del tablero y que las posiciones están lejos de llegar a un consenso. Puede tener efectos inmediatos o no pero a la larga instalan legitimidad por la omisión. Es un vacío que llena fácilmente las entrelíneas.
Una lectura más profunda del texto de Saramago permite avanzar en esta dirección al remarcar –en todo momento- la responsabilidad del acto, en primer lugar, y la autodeterminación, en segunda instancia. Viendo las cosas desde este prisma hasta puede tratarse de una acción noble y digna de alguien que sabe lo que está haciendo y por qué lo hace, diferente de aquella dictada por el oportunismo político de ocasión. No estamos obligados de manera ninguna a comulgar con proyectos que nos resultan ajenos e incluso atentatorios a nuestra identidad cívica.
Por el contrario, tan responsable y vehemente puede ser el acto de votar en blanco en una elección o en otra situación particular de la vida, que despierta la intolerancia acallada de muchos co-partícipes. Y si no, veamos lo que pasa en la novela de Saramago. en la que el gobierno opta por acusar a la población de practicar un crimen contra la democracia en lugar de hacer un examen de consciencia sobre las eventuales causas que llevaron a esa situación. Y –además- le hace pagar caro el error, imputándole responsabilidades que le exceden. El atentado terrorista auto-gestado en la estación de metro a raíz de una bomba colocada en las inmediaciones es una muestra. Y la elección de un chivo expiatorio, el pathos que lo demuestra, ya que sin la construcción de un culpable es imposible garantizar el orden y restituir el control. Por este motivo, la «mujer del médico» es elegida como carnada y víctima propiciatoria, acusada de ser la líder intelectual de la revuelta cívica. Este personaje, recuperado de una novela anterior (“Ensayo sobre la ceguera”, 1995) no padeció la ceguera blanca que infligió a todos los habitantes de la misma ciudad cuatro años antes de estos sucesos. La identidad del color –de la ceguera y de los votos- funciona como una buena coartada para hacer justicia por manos propias. El juego saramaguiano, como vemos, se direcciona hacia una fórmula que invierte el sentido común:
«El voto en blanco es una manifestación de ceguera tan destructiva como la otra, O de lucidez, dijo el ministro de justicia, Qué, preguntó el ministro del interior, que creyó haber oído mal, Dije que el voto en blanco puede ser apreciado como una manifestación de lucidez por parte de quien lo usó». (Saramago, 2004, p. 172)
Aun puesta en boca de un personaje secundario, la alocución del ministro de justicia dice mucho más de lo que sus detractores quieren que diga. Y el autor portugués se encarga de ratificar estas palabras al afirmar el poder de pronunciamiento del colectivo a través de su lábil gesto de resistencia."
"Fuentes Consultadas:
Saramago, J. (2004)
Ensaio sobre a lucidez. São Paulo: Companhia das Letras.
Traducción al español de Alfaguara."