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(Pilar del Río presentó el último libro de Saramago en la FIL,
acompañada por Lydia Cacho y Claudia Piñeiro. Foto: FIL)
"Guadalajara, Jalisco (SinEmbargo).– No hacía falta ningún pretexto para que la periodista española Pilar del Río expresara abiertamente su solidaridad con los estudiantes desaparecidos de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa, pero la presentación del libro póstumo de su marido José Saramago (1922-2010) fue un ámbito ideal para ello.
Acompañada por la periodista y activista mexicana Lydia Cacho y por la escritora argentina Claudia Piñero, Del Río se refirió a Alabardas, el último regalo del Nobel portugués, inspirado en una anécdota de la Guerra Civil española, cuando una bomba que cayó en Extremadura, en lugar de explotar dejó ver una leyenda que decía “esta bomba no matará a nadie”.
El explosivo había sido “intervenido” por la Resistencia y su historia dio origen al último libro de Saramago, un tratado antiarmas que resulta muy oportuno para el difícil momento político y social que atraviesa nuestro país y que fue presentado este miércoles en la 28 Feria Internacional del Libro en Guadalajara que transcurre aquí hasta el próximo 7 de diciembre.
Alabardas es un libro inconcluso. Está integrado por 20 cuartillas ordenadas por el propio escritor y se completa con textos de Roberto Saviano y Fernando Gómez Aguilera e ilustraciones de Günter Grass. En él, el autor portugués de Memorial del convento y Ensayo sobre la ceguera, entre otros, expresa “su coherencia literaria e ideológica. Está su prosa exquisita, su ideología y en el apartado de notas puedes ver cómo fue construyendo el libro. Es toda una clase de escritura”, según Piñeiro.
“Queda la sensación de que este libro llega inacabado para que nosotros lo terminemos. Vivimos en un momento en el que el gobierno parece empeñado en instalar el miedo. Tendremos que escribir la segunda parte y entregársela a Pilar”, dijo a su tiempo Lydia Cacho. “
Nos dicen que las armas vienen de Estados Unidos, pero los que estamos investigando por todo el país sabemos que hay armas hechas en Brasil. Es necesario que discutamos lo que estamos haciendo en Latinoamérica con este tema”, agregó la autora de Los demonios del edén.
En la novela, Arthur Paz Semedo descubre una caja de la que es imposible saber qué contiene porque Saramago murió. A partir de este hecho, Claudia Piñeiro leyó un texto en el que creó un paralelismo entre el personaje y los normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero.
“Así como no podemos saber qué contenía la caja porque la muerte sorprendió a Saramago, tampoco podemos saber qué tipo de maestros hubieran sido esos normalistas porque los desaparecieron. No digo la muerte porque vivos se los llevaron y vivos los queremos”, afirmó la autora de Betibú.
La escritora anunció además que la delegación de escritores argentinos había firmado un comunicado en solidaridad con las familias de Ayotzinapa “porque nos parece imposible estar acá y no opinar. Sabemos que hay una ley mexicana que prohíbe que los extranjeros opinen sobre los temas nacionales, pero no nos van a poder llevar a la cárcel porque tantos argentinos juntos en un mismo lugar nadie los soporta”, bromeó, para luego agregar más seria que “la literatura nos hermana, sobre todo en este tema que nos es tan cercano”.
"Ya en entrevista con SinEmbargo, Pilar del Río mostró su “nostalgia y satisfacción” porque pese “a que ya no están las figuras tutelares”, ha disfrutado mucho esta edición donde presentó el libro póstumo de José Saramago.
“He visto mucha complicidad entre los autores. No conozco cómo va la parte de los negocios, pero vi a mucha gente en los salones y sobre todo he visto una gran necesidad de la gente para festejarse entre sí. Supongo que tiene que ver con la situación que estamos viviendo en el mundo. Si encontramos una ocasión de ser felices, ¿por qué la vamos a desaprovechar?”, se Del Río en forma retórica.
–José Saramago hubiera sido el primero en manifestarse en solidaridad con los 43 estudiantes desaparecidos, ¿verdad?
–Pues, es muy difícil decir lo que hubiera hecho una persona que ya no está, pero sí podemos ver lo que ha hecho. Él vino a Acteal desde Lanzarote, España, para estar con los sobrevivientes de aquella masacre. Fue a Palestina cuando Ramala estaba rodeado. Fue a Timor cuando Indonesia había rodeado a los habitantes descendientes de portugueses, aunque no sólo a ellos; estuvo con los saharauis… Creo que Saramago estaba con las personas que buscaban la autonomía, la independencia, con los que no querían ser tutelados y, por supuesto, condenaba la violencia.
–¿Qué le daba a él este instinto para estar siempre del lado correcto, por decirlo así?
–Me parece que siempre supo distinguir muy bien quién era su gente y quién no. Solía decir que no conocía los entresijos del poder ni el poder en sí. Sin embargo, en los ’80 escribió un libro como Levantado del suelo (Relata la historia del pueblo de Lavre en el Alentejo portugués desde 1910 hasta 1979, incluyendo la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974). Y siempre escribió sobre hombres y mujeres que buscaron ser ellos mismos en su memoria, en su identidad, desde la libertad usando la razón y la conciencia.
–Eso te unió mucho a él, ¿verdad? Tú eres alguien muy interesado también en luchas sociales…
–Bueno, nos conocimos porque a mí sus libros me resultaron como un mazazo en la conciencia. Independientemente de hacerme más lectora, no podía entender que se escribiera de esa manera, tan absolutamente deslumbrante, y luego con tanta compasión, tanta belleza y una visión de la historia que compartía. Eso es lo que me llevó a él.
–¿Qué te despierta la situación que se vive en México?
–Primero el horror por los 43 estudiantes desaparecidos, pero después el horror por la cantidad de fosas comunes llenas de cadáveres de personas cuyas desapariciones no fueron denunciadas. No son 43, ni mil, son 100 mil, 150 mil, y eso me aterra. Me resuena el grito de Elena Poniatowska en el sentido de qué se puede esperar de un país que siempre cadáveres por todo su territorio. Si siembras cadáveres recogerás muerte. José Saramago, en una situación similar en Colombia, dijo que Colombia tenía que vomitar a sus , porque si ellos no sabían por qué habían muerto nosotros teníamos que saber por qué habían vivido y por qué habían sido asesinados. Cuáles eran sus nombres, sus señas de identidad. ¿Cómo es posible que un país tan culto como México permita esto?
–En este contexto presentas la última novela de José. ¿Cuándo la leíste?
–La iba leyendo mientras la iba escribiendo. Luego de que él murió tardé mucho tiempo en retomarla, me daba prurito, era casi como una intromisión.
–¿Estaba acordado con él que iba a salir Alabardas?
–No. Él murió en junio y en agosto tuvimos una reunión en Lanzarote con todos sus editores y ahí acordamos sacarla, sin prisa. La verdad es que no teníamos prisa. La hemos sacado ahora porque estamos en el centenario de la Segunda Guerra Mundial y esta es una novela cuya acción transcurre en una empresa de armas que existen en México, que existen en otros países y con las que convivimos a diario como si fabricaran golosinas o jabones. Como si fueran una pastelería cuando en realidad son empresas que fabrican máquinas para matar.
–¿Qué aporta la novela de Saramago a este contexto de mundo donde la gente está más preocupada en armarse que en vivir?
–Saramago decía que no había que volver al individualismo, pero sí que había que volver al individuo, destacar la importancia del ser humano. Nosotros sabemos que hay fábricas que hacen armas, que se fabrican armas bajo una cortina legal, que hay trabajadores abocados a la tarea de que esa arma que va a matar al prójimo quede perfecta, sea eficaz. Convivimos a diario con las armas y sólo cuando nos afecta a nosotros nos extrañamos de esa situación. Los mayores conflictos no están representados por las luchas armadas en distintas partes del mundo sino por la muerte individual. ¿Qué podemos hacer ante eso? Creo que necesitamos un stop ya. Frenar. Habrá que buscar otra forma de gobierno y de defensa, pero hay que parar con el armamentismo ya. No podemos volver a la ley de la selva porque nos falta un paso para llegar a la horda.
–La novela llega entonces en el momento adecuado
–Sí. José Saramago tenía esa misión. En el mundo desarrollado, cuando todos parecían felices, él publica Ensayo sobre la ceguera. Publicó Ensayo sobre la lucidez cuando hacía falta reforzar el poder ciudadano."