"Los hombres han inventado un Dios que nos da unos ratos malísimos"
"El País" por Frances Valls, Barcelona - 24/10/1994
A entrevista pode ser consultada e lida, aqui
em http://elpais.com/diario/1994/10/24/cultura/782953204_850215.html
(Fotografia via "El País")
Comunista preocupado por Dios y las guerras santas; revolucionario para quien la revolución siempre es asesinada; demócrata que ve la democracia muerta cuando el voto entra en la urna. Este nadador contra corriente es el escritor José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922), quien esta semana ha presentado su libro Casi un objeto (Alfaguara).
La carcoma era vengadora. El justiciero y antifascista anóbido, con sus galerías, hizo caer a Oliveira Salazar, el dictador portugués, de su silla. Quien relata esa historia es un amigo de carcomas y topos. José Saramago abre túneles bajo superficies aparentemente sólidas y duras con su palabra. El libro de relatos Casi un objeto, que acaba de publicar Alfaguara, es un ejemplo. (El libro fue presentado ayer en Crisol por el crítico Miguel García Posada. Hoy, en la Casa de América, Ángeles Caso entrevistará en público a Saramago y Charo López leerá alguno de sus relatos).
Pregunta. ¿Se cayó Salazar de su silla?
Respuesta. Es un hecho histórico que se sentó en una silla, se rompió la pata y dio consigo en el suelo. El relato La silla es la descripción de una lucha contra el dictador, contra el fascismo. Salazar se cae porque la carcoma, a lo largo de los años, se ha comido la madera.
P. Pero ahora que la carcoma ha triunfado, ¿se siente defraudado por la forma en que ha evolucionado la revolución de los claveles en Portugal?
R. Todas las revoluciones, más tarde o más temprano, acaban en su contrario. Ocurrió con la francesa, que dio paso al emperador. Luego con la Revolución de Octubre de 1917. El destino de las revoluciones es convertirse en su opuesto.
P. Acaba de publicarse su libro In nomine Dei, libreto de la ópera Divara, agua y sangre. Es la historia de dos anabaptistas que dirigieron una experiencia colectivista en Münster. Acabó en dictadura. ¿Ha sucedido lo mismo en los países del llamado socialismo real?
R. Las revoluciones acaban siempre traicionadas por una razón sencilla: por la renuncia de los ciudadanos a participar. En el caso de Münster se entró en una situación en que la propiedad no existía; era un caso de una pureza total que muy pronto se acabó. Eso también ocurre en el funcionamiento normal de las democracias. La enfermedad mortal de las democracias es la renuncia del ciudadano a participar. Los primeros responsables somos nosotros al delegar el poder en otra persona que, a partir de ese momento, pasa a controlarlo y a usarlo.
P. ¿Qué alternativa hay?
R. La alternativa no es más que la participación del ciudadano todos los días.
P. Eso tiene difícil articulación en un sistema político.
R. En un sistema como el actual, sí. Cuando el ciudadano vota expresa de forma suprema su conciencia. Pero ese momento coincide con su renuncia a intervenir. La paradoja es que justo cuando el voto entra en la urna él renuncia a participar. Hay que buscar sistemas distintos para el ejercicio de la ciudadanía. No podemos decir que los políticos tienen la culpa. Nosotros somos los principales responsables.
P. La mayoría, no obstante, opina que la democracia parlamentaria es el menos, malo de los sistemas conocidos.
R. Sí, pero ésa es una manera muy hábil de impedir que se busque algo mejor. Eso lleva a la gente a hacer la operación mental que consiste en transformar lo menos malo en mejor. Al decir el menos malo estamos diciendo el mejor. Y uno se lo cree y no busca más. Hay que buscar una democracia que lo sea. El mundo además está regido por un poder no democrático, el financiero. Elegimos al alcalde, al presidente. Pero el otro poder es el que auténticamente gobierna el mundo. Aníbal Cavaco Silva [primer ministro portugués] o Felipe González se encuentran por ahí, salen en la prensa o en la televisión. Pero hay un poder del que no se habla nunca en los medios y es el poder financiero, y ésos son los que gobiernan. Felipe González y Cavaco Silva no gobiernan. Bueno, sí... Yo en mi casa también lo hago. El poder real está en otro sitio.
P. Usted sigue siendo militante del Partido Comunista de Portugal.
R. Sí.
P. Y uno de los militantes comunistas mis preocupados por Dios o, mejor, por las repercursiones de la existencia de Dios en la tierra.
R. Los problemas de Dios no me preocupan. Me preocupan los problemas de los hombres que se inventaron un Dios que no hace más que darnos ratos malísimos. Quizás Dios exista (yo no lo creo), pero no tiene sentido que nos matemos en nombre de Dios.
P. Los problemas religiosos le persiguen. El Evangelio según Jesucristo le comportó problemas en Portugal (el Gobierno vetó que concurriera a un premio europeo porque podía herir la sensibilidad religiosa del pueblo portugués).
R. Me fui a vivir a Lanzarote. Y estoy contento; de una cosa mala a veces surge una cosa buena. Pero eso no significa que haya roto con Portugal. Ahora me voy a Lisboa, lo que pasa es que no quiero nada con el Gobierno.
P. Las maletas del viajero relata una tragedia a causa de una frontera.¿Son o no un problema las fronteras?
R. No tengo ninguna prevención contra el nacionalismo. Es necesario revisar el concepto de nacionalismo. Hace 50 años, con los nacionalismos de tipo fascista, un pueblo pretendía dominar a otro. Ahora la cosa es distinta y tiene más que ver con el instinto de supervivencia en tiempos de globalización, económica, cultural, lingüística. Hay que revisar la idea de los nacionalismos para rescatarlos de la derecha.
24 de octubre de 1994