“La Ilusion Democratica" - 13 de marzo de 1998.
"Pues no traigo más que un discurso y debería traer dos discursos, en el discurso que me falta en este momento es el discurso de la emoción de estar en este lugar delante de todos vosotros, de estar bajo la memoria de Cortázar y de estar entre amigos, la verdad es que no creo que alguna vez haya estado en algún lugar donde de una hora a la otra todos eran amigos, todos querían ser amigos, todos hemos daban su amistad y nosotros a todos ellos correspondidos.
Las palabras de Carlos Fuentes, el escritor mexicano que yo me acostumbre a admirar desde cuando ni siquiera yo pensaba escribir una sola palabra o quizás sí algunas había escrito, pero eran palabras que yo no consideraba que tuvieran una vez, el poder de llevarme más tarde al lado de él, de las palabras de Carlos, no se que decir, en primer lugar no me han dicho “Mire esto es lo que voy a decir ahí, porque si lo hubieran hecho yo estaría preparado para la emoción, pero la verdad es que mejor así y entre todo lo que ha dicho, bueno no voy ahora a decir que tiene razón en todo o en alguna parte, yo recojo como algo que tiene mucho que ver con lo que he vivido y es como habló de mí y al mismo tiempo habló de mi mujer.
Esto cuenta mucho, porque la verdad uno no va nunca por la vida solo, a veces si nos encontramos solos en la soledad más desgraciada que se puede uno imaginar, pero siempre está eso que llamamos esperanza y que incluso cuando uno ya no tiene nada se da cuenta que si todavía le queda la esperanza como si le queda todo y hablar de mi vida (que he vivido mucho) como se nota por la edad
y vivir poco en la realidad, a lo largo de todo este tiempo yo diría, y lo digo así sin ningún pudor, y es como si toda mi vida fuera una larga preparación para llegar a los años que estoy viviendo hoy.
Podría agradecer a todos los que están ahí sentados, pero la verdad es que agradezco a todos, así uno por uno y todos en un abrazo, y a vosotros ya habremos afinado en que estamos ganando una conferencia si lo que tengo para decirles agradeciendo vuestra atención, vuestra comprensión.
Se llama esto la ilusión democrática, entonces, si yo no hubiera dicho todo lo que he dicho antes estaría ahora empezando diciendo: Señores y señoras”, pero ¿cómo esto se puede decir ahora, después de haber dicho lo que he dicho antes?.
Entonces, amigos, señores, jóvenes, estudiantes y todos los asistentes soy alguien que ha vivido, ha pensado, ha reflexionado y que no le gustaría irse de este mundo callado, me gustaría que la última señal de mi vida no fuera un suspiro, que fuera un grito en protesta, porque nos han condenado a vivir como no lo merecíamos.
Entonces empiezo así, ahora si pierdo el tono emotivo si pierdo esta comunicación de afectividad, pero vamos a algo que tiene que ver más con lo que llamamos el encuentro.
Estas páginas podrían llevar el título de democracia con la apariencia y realidad, quizás más de dos pero a pesar de los obvios inconvenientes derivados de una ambigüedad conceptuada, su sentido de inducir a los lectores interpretaciones tendenciosas, he preferido rotularlo “La Ilusión Democrática”.
Quiero decir y con esto trato de prevenir los más inmediatos desencuentros entre el que habla y sus oyentes, que frente al objeto del tema he tomado la palabra ilusión en su doble significado, en primer lugar engaño a los sentidos por la mente, la apariencia falsa, en segundo lugar sueño, devaneo, uno y otro estarán aquí igualmente presentes como las dos caras de la misma y eterna medalla, de la realidad y de las utopías, mascaras para ocultar mejor el rostro que siempre acaba por imitar a la máscara.
Hablemos entonces de ilusiones de las malas y de las buenas.
Para comenzar, una pregunta simple, ¿hasta que punto son competencia para asegurarnos una vivencia democrática?, aquí las instancias del poder político, y no es el momento de identificarlas, que valiéndose de la legitimidad institucional obtenida por una elección popular tratan de disfrazar por todos los medios y formas la evidencia de que en el acto mismo de la votación se encuentran presentes conflictivamente la expresión material y documental de una opción política y la manifestación implícita de una abdicación cívica, sin conciencia de si misma; en otras palabras, no será una verdad incontrovertida que en el preciso instante en que el voto es introducido a la urna esos sí en verdad el elector le transfiere a otras manos sin reales objetivos contra partidas la parcela de poder y de intervención política que hasta ese momento le pertenecía como miembro de su comunidad, cualquier manual de derecho político elemental nos definirá la democracia como una organización interna del estado en la que cada pueblo, el origen y el ejercicio del poder político en la que el pueblo gobernado es quien gobierna a través de sus legítimos representantes asegurándose así, añade el manual la simbiosis y la intercomunicación entre los gobernantes y los gobernados en el marco de estado de derecho.
Definiciones como esta, de una pertinencia y una precisión formal, me parecen rozar la frontera de las ciencias exactas y que valdría en el cuadro de nuestra vida ideológica pretender ignorar, por ejemplo, la infinita graduación de estados patológicos o degenerativos de más o menos brevedad que en cada momento pueden ser identificados en nuestro propio pueblo.
Expresándolo de otro modo el hecho de que la democracia sea indiscutiblemente en su definición clásica lo que las fórmulas ya antes citadas, no significa necesariamente que sea real y efectiva democracia, sólo porque en el conjunto de sus estructuras y órdenes institucionales es posible, cuando se es el caso, encontrar aún en sus trazos algún vestigio de la promesa admirada y contenida en
la definición que nos ha dado la enciclopedia.
Un brevísimo viaje por la historia de las ideas políticas van a servir para evocar dos cuestiones muy simples que siendo del conocimiento de todo el mundo, sin embargo y bajo pretexto de que los tiempos han cambiado invariablemente influenciados, a la hora de reflexionar no tanto sobre definiciones de democracia más o menos halagadoras sino sobre su existencia concreta.
La primera cuestión consistirá en recordar que la democracia nació allá por el siglo V a.c. en la Grecia clásica y esa democracia naciente presuponía en la gente presuponía la participación de todos los hombres libres en el gobierno de la ciudad y esa democracia era directa, sin directivos, todos los cargos públicos o atribuidos según método mixto de sorteo y de elección y finalmente en esa democracia los ciudadanos libres tenían derecho a votar y a presentar propuestas en las asambleas populares, esto era la democracia griega, pero que no podía incluir a esclavos porque no eran ciudadanos libres. Por lo tanto la democracia solo tenía como beneficiarios a los ciudadanos libres pero nosotros vivimos en un tiempo en que no hay esclavos, por lo tanto todos somos ciudadanos libres.
Así fue la Grecia de aquellos tiempos, pero en Roma, primera y más directa heredera de las innovaciones de los griegos antiguos del sistema democrático a pesar de las pruebas dadas en el país de origen no llego a implantarse. También sabemos por que. A la par de otros factores auxiliares, aún con menor significado político y social el principal y definitivo obstáculo para el establecimiento de la democracia en Roma procedió del poder de una aristocracia agraria que muy justificadamente, desde su punto de vista, tendría que considerar el sistema democrático como un radical enemigo de sus empresas. Ahora bien, aun tenían encuentros políticos debido a las extrapolaciones del tiempo y lugar , siempre creo no así a la tentación de preguntar a los gigantescos imperios financieros e industriales sobre los que el común de las personas disponen de poca o de ninguna información no obstante ellos, esos mastodontes de imperios, cumpliendo y haciendo cumplir la lógica exclusiva de sus intereses y tal como lo hicieron los terratenientes aristocráticos de Roma contribuyendo de un modo frío y calculado el reducir hasta casi la insignificancia una posibilidad de vida democrática que cada vez más apartada en los tiempos de su expresión original se encuentra hoy en un, rápido comportamiento, es decir aparentemente elaborado desarrollado y conservado en sus teorías e informes pero si no me equivoco cada vez más pervertida en su esencia, cada vez más desviada de su
humano concepto.
Temerario les habrás parecido seguramente que haya venido aquí a representar el papel de abogado del diablo comenzando por preguntar en un tono claro y provocador sobre la pertinencia y propiedad de los distintos procesos políticos de representación y el ejercicio de la autoridad democrática y no poner en particular evidencia el residuo instrumental que, según todos los testimonios, separan a los
ciudadanos electores de los ciudadanos elegidos en los sistemas democráticos actuales.
Pues bien, precisamente porque pienso que es necesario traspasar de forma radical los límites más o menos concensuados en que nos hemos resignado a discutir los méritos relativos y las obvias debilidades de nuestras democracias domésticas, es por lo que me parece necesario que nos detengamos a reflexionar en lo que la democracia es y para qué sirve, antes de aspirar gracias a una operación alquímica obligatoria y universal, como si hubiera finalmente convertido el polvo en oro.
La Democracia misionalmente se quiere extender al resto del mundo como si se tratara de una nueva religión no es ni mucho menos la democracia all around de los sabios primerizos y en última instancia de los ingenuos griegos sino aquella otra, los ahora experimentados y pragmáticos romanos sin ninguna duda esta el camino agotado sin el que no hubiesen encontrado alguna utilidad práctica. Es decir una democracia como la del final del siglo esta falsa democracia que nos rige y que pregonamos hipotecada por mil y un condicionante financiero de fenómenos estructurales y sociales, y no nos hagamos ilusiones, haría mudar prontamente de leyes a los latifundistas, turnándose en activos y eficaces demócratas, entre comillas, precursores de espíritu neoliberal de nuestros administrativos; incluso porque no decirlo, de nuestros cuando no traficantes de las mayores aversiones. Esta claro del todo que las democracias nominales-occidentales no son censatarios ni racistas y el voto del ciudadano más rico o de piel más clara cuenta tanto en las urnas como el voto del ciudadano más pobre o de piel más oscura por lo que calibrando las cosas según sus apariencias la mirada puntual de una practica democrática que inicialmente fuera una mayor extensión geográfica para convencer de una vez a ustedes. Sin embargo si se me permite echar un chorro de agua fría en estor enormes y unánimes hervores, diré que para desgracia de los que sufren la realidad del mundo es muy diferente y de una manera u otra siempre acabamos por encontrar un cuerpo autoritario y particular, debajo de los ropajes democráticos elegantes. A los que más fueron casi mis primeros pasos que el acto de votar siendo expresión de una voluntad es también implícitamente y al mismo tiempo una tradición de renuncia al ejercicio de esa misma voluntad en la medida en que representa, sino formalmente si para efectos prácticos da la dirección de un poder propio al afirmarlo repito, cobró conscientemente pienso en el umbral de la cuestión pues no considere entonces los prolongamientos que construyese el acto electoral tanto desde un punto de vista institucional como desde un punto de vista de los diferentes individuos políticos y sociales en los que transcurre la vida política de una comunidad que a base de decir, de acuerdo con una expresión consagrada de sus representantes.
Mirando ahora las cosas más en serio pienso que no constituirá un producto concluido que siendo el acto de votar para la mayoría de la población equivalente a un acto de renuncia el voto podrá ser sin embargo, no viéndolo para una minoría el primer paso del proceso y aun con el aumento justificado con todos los formalismos democráticos mirar, y eventualmente pretender fin entre democráticos y que fueron duros en su concretización llegar hasta ofender frontalmente.
En principio ninguna sociedad mentalmente sana por ejemplo eligiria a productores y traficantes de drogas como sus representantes políticos pero la mala experiencia nos muestra que el ejercicio efectivo de amplias áreas de poder tanto en el ámbito nacional como en la esfera internacional esta en manos de estos y otros temerarios o de sus mandatarios directos o indirectos. Añadiré algo mas, ninguna clasificación de los depositarios de urnas seria incapaz de identificar en las opciones ciudadanas frescas los grupos y fenómenos financieros internacionales cuyas actividades, para dar un solo ejemplo, están arrastrando a la catástrofe económica al planeta en que vivimos causa común de la humanidad pero no su propiedad exclusiva.
Aprendemos de los libros, pero sobre todo de las acciones de la vida que de poco debería servirnos una democracia política por mas equilibrada que pareciera estar en sus estructuras internas y en su funcionamiento sino se hubiese constituido como la raíz y la razón de una democracia económica y cultural. Decir esto en los días que corren hasta ser mas que una fatalidad, un cansado lugar común de
ciertas limitaciones ideológicas de un pasado, pero supongo que seria difícil cerrar los ojos a la vivencia, no reconocer que aquella trinidad de democracia, la política, la económica y la cultural, cada una de ellas complementarias de las otras representó en la época de su prosperidad una de las mas fascinantes banderas del espíritu que a través de la historia fueron capaces de conmover corazones, avalar conciencias y movilizar voluntades. Hoy, en contrapartida, despreciadas y arrojadas al cubo de la basura como si se tratara de zapatos viejos la idea de una democracia ignómita dio lugar a un mercado obscenamente triunfal y la democracia cultural a la masificación industrial de las culturas y que no progresamos, retrocedemos y cada vez ira siendo más absurdo hablar de democracia si persistimos en el equivoco de identificarla solamente con sus expresiones inmediatas, esto es, objetivas y cuantitativas que se llaman partidos, parlamentos y gobiernos, sin mirar a su real contenido y a la utilización del voto como se justifica y los coloca en el lugar que ocupan. No se concluya con lo que estoy diciendo que estoy contra la existencia de partidos, soy miembro de uno de
ellos. No se piense que abomino en el parlamento ininputados los querría a todos, a unos mejor que a otros y tampoco se piense soy el inventor de una receta mágica que permitiría a los pueblos de ahora en adelante vivir sin gobiernos o deseara ser gobernada de acuerdo a los modelos pregonadamente democráticos, pero a mi ver incompletos e incoherentes que pretendemos hacer universales en una especie de sustancial fuga como si quisiéramos exhorcizar nuestros propios fantasmas en vez de simplemente reconocerlos, pelear contra ellos y vencerlos.
Dije incompletos, dije incoherentes porque no veo otra manera de designarlos. Una democracia bien entendida, entera redonda y radiante como un sol que a todos ilumina debería, en nombre de la democracia y solo entonces encontraría su más completa justificación comenzar con nuestro propio país, con nuestra propia comunidad con nuestra propia casa si esta premisa no es asumida y respetada y la experiencia cotidiana nos dice que no lo es, todos los razonamientos consecuentes todas las practicas en este caso la fundamentación del régimen y el funcionamiento del sistema quedarán irreversiblemente viciados y pervertidos.
Vimos ya como se considera obsoleto, pasado de moda, por no decir sencillamente ridículo, invocar y seguir una democracia económica y una democracia cultural, sin las cuales el aparato institucional al que llamamos democracia política se reducirá a su frágil castra. Acaso atractiva pero vacía en su auténtico contenido nutritivo y estructurante. Pero en las circunstancias de la vida actual, no obstante que incluso y quebradiza de las apariencias democráticas preservadas por el pretendido conservadurismo del espíritu mágico aprobado muchas veces por las formas superiores para continuar creyendo en la especie de una materialidad que obtiene de una trascendencia que le dio su nombre, que las circunstancias de la vida que los expendios y los colores que han adornado en todo esto a nuestros resignados ojos y nuestras apáticas mentes las formas de la democracia política se estén volviendo rápidamente opacos, sombríos, asustadores, de una manera todavía imprecisa, tal vez pero no por eso menos angustiante. Diré porque es así a mi modo de entender. Como siempre ocurrió y probablemente siempre acontecerá la cuestión más importante de la razón de este libro y en la que todos acabamos concluyendo es la cuestión del poder y el problema práctico y teórico con el que invariablemente nos enfrentamos es identificar quien lo posee averiguar como llego a el, verificar el rubro que de él parte, los medios y los fines a que acude. Si la democracia pues de hecho con falsa ingenuidad diciendo que gobierno y el pueblo por el pueblo y para el pueblo cualquier palabra sobre la cuestión del poder deberíamos se reduce el poder del pueblo, sería un pueblo quien querría su administración y siendo el pueblo quien administraría el poder está claro solo podría ser para su propio bien y para su propia felicidad pues eso estaría obligando, al final, sin ninguna pretensión de ningún científico a nivel conceptual en uno de los aspectos, la ley de la conservación. Ahora bien somos fin perverso tan grosero hasta el cinismo, pues sería proclamar hoy y eso es común que por el contrario, nadie puede pretender imponer un solo aspecto nada mas por ser supuestamente el mejor de los dos posibles. Para no ir mas lejos es la propia y concreta situación de uno de los más democráticos, los que nos dice si es verdad que los pueblos son gobernados verdad es también que no lo son por ellos mismos ni para ellos mismos, los gobiernos y sus representantes democráticamente elegidos, ahí es donde se encuentra el poder democrático. Respondo yo no estamos en una clase de derecho político, no estamos en un laboratorio en donde mezclando los cuerpos, sustancias químicamente puras tendremos de antemano la seguridad de llegar a un producto también químicamente puro. El poder democrático es producto del ejercicio del sufragio en el mejor de los casos libre y pensado – por definición provisional y coyuntural. Dependerá de nuestra unidad de valor la aceptación relativamente sensible de la voluntad política de una determinada sociedad Pero ayer como hoy, con una amplitud cada vez mayor abundan los ejemplos de que a cambios políticos de carácter aparentemente progresivo no responden los cambios económicos, culturales y sociales de una propaganda electoralista y que el resultado del sufragio aparentemente propicio.
Decir hoy socialista, social-demócrata, conservador o liberador y llamar a eso poder significa estar nombrando algo que no se encuentra donde imaginamos, está en otro inalcanzable lugar, el lugar del poder real, actuante y determinante cuyos contornos a veces creemos poder distinguir por detrás de las mallas institucionales, pero que se nos escapa cuando intentamos observarlo más de cerca e inevitablemente contraataca si tenemos la realidad de reducir su dominio subordinándolo a los intereses que le damos.
Con otras y más palabras digo que no fueron los pueblos quienes eligieron gobiernos para que éstos los llevasen al mercado, digo que es el mercado el que está condicionando a los gobiernos para que lleve a los pueblos, y si hablo de mercado es porque hoy más que nunca es el instrumento de dominio por su herencia del verdadero y único poder real, el poder económico y financiero mundial, no es democrático porque no lo ha elegido el pueblo, no es democrático porque no es regido por el pueblo y que finalmente no es democrático porque entre sus postulados no figura la felicidad del pueblo.
Sin embargo, es cierto que sobre esos y otros momentos evidentes la estrategia política de todos los rostros han impuesto un silencio para que nadie se atreva a insinuar que conociendo la verdad vengamos practicando la mentira o aceptando ser cómplices.
He hablado hasta ahora de lo que cuando libradas provocaciones la ilusión democrática es más de lo que deberíamos consentir y creo haberlo dejado con claridad suficiente: engaño de los sentidos y de la mente, apariencia falsa, sin embargo, no debo ni quiero olvidar los otros significados de ilusión, (falta)** por eso concédanme antes del remate de estas palabras un breve entrevago de la literatura y ficción, cuento fantástico, una parábola.
La noche pasada hice un viaje a Marte, pasé ahí 10 años y tomé muchas notas acerca de la vida que ahí se vive, me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra, soy humano y deseo contribuir en la medida de mis esfuerzos al progreso de la humanidad a quien me enorgullezco de pertenecer; es muy importante esto y espero que algún día se tomen en cuenta mis actos, esto es del perjurio cometido con los no se cuántos miles de millones de mujeres y hombres que hay en la tierra tomen todos mi experiencia.
En Marte cada marciano es responsable de todos los marcianos, no tengo la certeza de haber comprendido bien, pero el tiempo que ahí estuve nunca vi a un marciano encogerse de hombros, debo aclarar que los marcianos no tienen hombres, pero espero que se comprenda la idea, otra cosa que me agradó en Marte es que no hay guerras, nunca las hubo, no se como se las arreglan ni ellos supieron explicármelo, tal vez porque yo no fue capaz de decirles qué es una guerra según mis patrones terrestres, incluso cuando les mostré dos animales salvajes seguían sin entender, a todo eso respondían que los animales son animales y los marcianos son marcianos.
Aún así, lo que más me desorientó de Marte fue no saber dónde estaban los campos y dónde la ciudad, tal vez ya no nos causa extrañeza ver un gran hospital, un gran museo o una gran universidad; los marcianos tienen todo esto como nosotros. Al principio cuando pedía razones la respuesta era siempre la misma: el hospital, el museo y la Universidad estaban ahí porque ahí eran necesarios, tantas veces me dieron esa respuesta que encontré mejor aceptar con naturalidad que la existencia de la escuela con 10 profesores marcianos en un sitio donde sólo había una criatura también marciana, ahí me respondieron que cada profesor enseñaba una materia diferente y por lo tanto todos eran necesarios. En Marte apreciaron mucho que en la tierra existen siete colores elementales y que de ahí se pueden obtener millones de tonalidades, ahí solo hay dos, el blanco y el verde. Aun cuando me hicieron jurar que no hablaría de lo que ahí vi, supongo que estarían dispuestos a cambiar todos los secretos de Marte por el modo de obtener un azul.
Cuando salí de Marte nadie vino a acompañarme a la puerta, pienso que en el fondo no nos prestan atención, ven de lejos nuestro planeta pero están muy ocupados con sus propias cosas.
Por mi parte, a estas alturas estoy dudando, puedo llevarles un poco de azul del cielo, o del mar, pero y después, ellos querrán venir a conocer la tierra y tengo la impresión que no les va a gustar.
Colorín Colorado, este cuento se ha acabado.
Una parábola no es creíble, y menos aun si es marciana. Al contrario de los discursos corrientes que siempre se pueden ir prolongando hasta las fronteras la resistencia de quien habla y la paciencia de quien los escucha. Una parábola es en cierta manera una proposición científica, tiene su principio y su fin propio, lógico y matemático. Si es bien cierto que cada uno tiene el derecho de hacer lo que quiere con las razas, con las extrapolaciones y los análisis no encuentren mucho que valga la pena. Quien tenga oídos para oír que oiga dijo alguien cuya vida fue también de algún modo una parábola.
Por eso me limitaría a proponer que nos interroguemos sobre los nexos y sustentos entre las maravillas de descubrir en mi parábola marciana y las consideraciones que sufre la democracia o la ilusión democrática. En lo que a mi respecta declaro que he tomado del sueño de la quimera marciana para mis propias interrogaciones es que cada marciano es responsable de todos los marcianos no para proclamar, a tanto no llega, cada ser humano es responsable de todos los seres humanos pero no igual. Dos. Si la determinación de los límites con el paso del tiempo acaba consagrando y resulta un caso de renuncia voluntaria por el ejercicio de los derechos y deberes propios. Tres. Si podemos seguir hablando de democracia sin que haya una presencia, una participación y una intervención constante de los ciudadanos en la vida colectiva, sin las fuentes de poder, sin el cumplimiento riguroso del parecer fundamental, del derecho según el cual todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sin el reconocimiento no sólo formado, sino de lo que hable en los hechos de que los beneficios sociales sean de naturaleza estructurada económica y cultural deben ser sin condiciones reductoras aplicadas a toda la comunidad, etcétera, etcétera, etcétera.
Voy a terminar admito sin dificultad el supuesto previo de que estamos avanzando en una dirección a la sociedad democrática mundial, no me parece con todo que se quede en su pesimismo a aquellos que como yo, piensan que habría sido si acontece sólo el primer y cortisimo paso en un camino que nosotros mismos hemos empezado a recorrer, porque la democracia o es total o no es democracia.
Esto me induce a decir que europeo como soy, miembro de una sociedad que así misma tantas veces se ha llamado faro del mundo antes de soportar al resto del mundo, lo que con alguna frivolidad seguimos llamando democracia, deberíamos buscar las maneras de producirla mejor y distribuirla mejor en nuestras propias casas.
Estoy seguro de que el mundo necesita mucho más que la ilusión democrática que andamos fabricando y a la que se reduce al final, desgraciadamente, en demasiados casos, nuestras democracias.
Gracias por vuestra atención."