Perguntam-me não raras vezes:
- "Qual o livro de José Saramago que mais gostaste de ler?"
A resposta que pode ser dada a cada momento:
- "Impossível de dizer... não sei responder, não seria justo para com outros (livros) não nomeados. Mas uma coisa sempre soube. Uma obra de Saramago, enquanto "pseudo ser vivo" ou com "gente dentro" tem que me raptar, prender-me, não me deixar sair de dentro das suas páginas. Fazer de mim um refém, e só me libertar no final da leitura... mesmo ao chegar à última página. Aí, o "Eu" leitor que se mantém refém, liberta-se da "gente que a obra transporta dentro" e segue o seu caminho.
Mas segue um caminho que se faz caminhando, conjuntamente com mais uma família"

Rui Santos

quarta-feira, 30 de setembro de 2015

Luis Pastor "Con Saramago en la voz" - entrevista à Revista Ñ Clarín (Irene Amuchastegui 23/09/2015)


(Foto de Luis Pastor que acompanha a entrevista)

A entrevista pode ser consultada aqui, 

De Irene Amuchastegui, 23/09/2015

"En su comentario para el álbum En esta esquina del tiempo , José Saramago compara la voz del español Luis Pastor, “áspera y al mismo tiempo suave”, con las de “los grandes trovadores del siglo pasado”. Y formula una invitación de la concisión más contundente: “Oigámoslo”. El disco reúne poemas del escritor portugués, musicalizados e interpretados por Pastor. El texto de presentación sentencia: “El tiempo cabe todo en la duración de un disco”. Este se publicó en edición bilingüe en 2006, en Europa, y acaba de aparecer en español en la Argentina, donde Luis Pastor nunca había actuado, hasta ahora. En su primera visita a Buenos Aires, también estrena su primer tango y su propia cuenta de Facebook. La cuenta acaba de crearla su hijo Pedro, también músico, en la computadora del lobby del hotel, y debuta en la red con un anacrónico: “Nos modernizamos”, lleno de irónico encanto para un cantautor de los de la vieja guardia. En cuanto al tango, “Uno de mayo”, es un poema de Luis García Montero, granadino de su misma generación, a quien conoció por un libro que le regaló Joaquín Sabina. “Me va a acompañar mi hijo, que toca mejor que yo. Yo no sé tocar un tango. Yo estoy en la frontera de todas las músicas: hago mornas de Cabo Verde sin haber estado allí, hago fados de Portugal y ahora he dejado fluir la copla, que está en mi origen, y de la que había escapado para convertirme en el cantautor que quería ser. Entre España, Cabo Verde y Lisboa, vienen y van las músicas que hago, Atlántico por medio. A veces, tocan también estas costas, porque más allá de todas mis influencias portuguesas y africanas, tengo algo muy latino. Cuando tenía 16, como era un ‘niño de copla’ que tenía que aprender a ser otro cantante, además de los nuestros, como Paco Ibáñez, o de los portugueses, como José Afonso, yo cantaba “A desalambrar” de Viglietti y escuchaba a Mercedes Sosa, a Atahualpa, a los grandes. Yo siempre he estado ahí”.

–Es curioso, entonces, que no hayas venido antes.
–Lo explica mi propia trayectoria: soy un cantautor que viene de una tradición de finales de los años 60 y de los 70, donde la canción no era una vía para volverse famoso, ganar dinero, dar “el salto”. He viajado sólo cuando me han llamado: a Nicaragua en los 80, con mi banda, a Chile, a Brasil… Pero nunca me había planteado hacer una gira. No soy ambicioso. Nunca me he fiado de oficinas ni representantes… Mi primer manager ha sido un cura obrero. El anti-manager. Por otro lado, en los 90 sentía que había mucha gente que me tenía que descubrir en España misma, porque las nuevas generaciones no se paraban a escuchar. El cantautor había quedado estigmatizado como un tipo aburrido, un matraquero, un panfletero… un coñazo.

–En “¿Qué fue de los cantautores?” hablás de aquellos que aún resisten “en sus trincheras”. ¿Recuperaron espacio?
–En la España de fines de los 70, el cantautor empieza a ser denostado, como un tipo que, muerto Franco, no tenía razón de ser. Yo lo sufrí en mi persona, cuando me retiré tres años en el 79 y volví en el 81 con disco nuevo: aquella misma gente que antes había hablado bien de mí en las radios y en los medios, de pronto me negaba el pan y la sal. Pero a mí me ha salvado que soy, sobre todo, un ser musical: más allá de toda mi historia política y de barrio, de trabajador, de obrero y de militante, fui un niño que a los 7 años cantaba a Joselito. Me transformé en el cantautor que quería ser y he persistido en ese camino. En los 90 hice la obra más bonita posible. Yo creo que ahí está por fin mi triunfo: haber aprendido con los años a contarme en canciones. Porque yo era un niño sin estudios. Fui un trabajador desde los 9 años, sólo estuve en la escuela 4 años.

–¿Te faltaban herramientas para lograr la expresión a la que aspirabas?
–No me faltaban porque descubrí a los poetas y fui a por ellos, buscando lo que yo quería decir y ellos decían mejor que yo. Me prohibieron el primer disco, cuando tenía 20 años: de once canciones, me prohibieron diez. Mi primer single fue “Con dos años”, de Miguel Hernández, y un poema de Pablo Neruda que se llamaba “La huelga” y para pasar la censura tuve que rebautizar “La huelga del ocio”. Claro, el hecho de musicar a grandes poetas a mí me puso el listón muy alto y me he exigido siempre cierto nivel en mis letras. La vida a veces es circular: en los últimos diez años, desde el disco de Saramago, siento que vuelvo al punto de partida. He vuelto a musicar poetas y escribo menos yo. Aunque las letras del último disco ( ¿Qué fue de los cantautores?) son todas mías y tengo otras cosas esperando por ahí, he vuelto a los poetas. Cuando terminé En esta esquina del tiempo me puse a leer a los poetas canarios y encontré todo un mundo. Luego, hace unos años fue el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Yo no lo leía desde el 79. Lo releí y descubrí a otro Miguel: cuando era joven, yo iba buscando la lucha, la cárcel, la guerra y ahora encontré a un Miguel pletórico de imágenes de una fuerza que ningún poeta ha sabido expresar. Miraba los versos y decía: esto es una copla, esto es flamenco… He musicado de una pegada veinte poemas y se los he regalado a Carmen Linares, la más grande cantaora de flamenco, que montó un espectáculo en el que la mitad del repertorio es ese. Al grupo Jarcha le di otros nueve poemas musicados de Miguel. Yo nunca los grabé, pero quiero hacerlo.

–¿Cómo surgió el proyecto de En esta esquina del tiempo?
–Con Saramago nos conocimos en un programa de televisión y quedamos amigos para siempre. Cada vez que íbamos a cantar a Lanzarote con Lourdes, mi mujer, lo visitábamos. Uno de esos días me ha regalado su poesía completa. Al despedirme le he dicho: “Te voy a musicar”. Y él me ha dicho: “A ver si es verdad”. Ahí arrancó todo. Cuando monté en el avión y vi esos poemas, que tienen 45 años, pues él no volvió a escribir poesía, sentí que me estaban esperando. Eran para mí. Al leerlos me parecía que ya la música estaba puesta. Ha surgido sin pretenderlo. Al llegar a casa, he compuesto 18 temas en tres días de una semana: lunes, miércoles y viernes.

–¿Cómo reaccionó Saramago al escuchar por primera vez el material?
–Estábamos en mi casa con José, Pilar del Río, Miguel Ríos y su mujer. Yo había grabado una maqueta en una hora. Nos sentamos a escuchar, pongo la primera canción y Miguel dice: “Qué bonita música”. La segunda y Miguel comenta: “Qué música más bonita”. Ya a la tercera, José le retruca: “Bueno, las letras tampoco están mal…”

–Volviste a trabajar sobre poemas de Saramago para una versión teatral de El viaje del elefante. ¿Cómo fue eso?
–Vino un director de teatro a pedirme que hiciera las músicas y las letras para esa obra. Y yo le he dicho: “No, Saramago apunta en sus poemas lo que luego desarrolla en sus novelas. Verás cómo para cada escena vamos a encontrar dos o tres poemas”. Y así fue. Es maravilloso el encuentro de una novela convertida en obra de teatro que a su vez se nutre de su poesía… José hubiera flipado."

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