(Pilar del Río, Presidenta FJS - Foto de Belén Zapata)
Entrevista realizada a 2 de Março de 2011, por Parce e publicada, aqui para leitura e consulta,
em http://circoiberia.org/2011/03/02/2483/
"Es curioso apreciar que con bastante frecuencia los éxitos profesionales están de alguna manera unidos a los personales. Si no lo creen fíjense en un detalle: en 1984 Saramago publica El año de la muerte de Ricardo Reis y en 1986 La balsa de piedra, libros que le otorgan el mayor reconocimiento del que había disfrutado en toda su trayectoria hasta ese momento. Fue precisamente en esta época cuando conoció a quien sería su esposa y su traductora al español hasta el final de sus días, Pilar del Río. Después de este feliz acontecimiento es cuando le llegó el encumbramiento definitivo a Saramago con obras como El Evangelio según Jesucristo, El viaje del elefante y Ensayo sobre la ceguera.
Y sí, ya saben, es el único escritor en lengua portuguesa en haber recibido el Premio Nobel. Sólo él, ateo declarado, siempre agudo y comprometido es capaz de comenzar su discurso aceptación de dicho premio con una frase así: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”. Pilar del Río es en la actualidad la presidenta de la Fundación José Saramago. Nos sentimos profundamente privilegiados y agradecidos por la entrevista que nos ha regalado que no podemos más que recibir con todos los honores en la pista central del Circo Iberia a Pilar del Río.
CI. Desde su experiencia como traductora, ¿cómo considera que se debe hacer una buena traducción literaria? ¿La proximidad entre las lenguas facilita o dificulta una buena traducción?
PdR. Para hacer una buena traducción, hablamos de una traducción literaria, desde mi punto de vista son fundamentales dos cosas: Amar el texto que se va a traducir, conocer muy bien el propio idioma. A veces se piensa que lo importante es conocer el idioma original en el que el texto ha sido escrito, y claro que hay que conocerlo bien, pero, insisto, hay que dominar bien el propio idioma porque, de lo contrario, se puede reducir la obra que se traduce. Tengamos en cuenta que el autor original es un creador, tiene una voz propia, una forma de contar, se inscribe en un contexto, y todo eso tiene que pasar a la traducción. Me da miedo cuando veo que encargan traducciones a personas simplemente porque han vivido en Inglaterra o en Portugal. No es eso, hay que participar de la estirpe de los creadores para traducir bien, pero desde la humildad absoluta, porque el traductor no puede intervenir en el texto. Lo que digo parece complicado, pero si se piensa un poco verá que es verdad. En cuanto a si la proximidad facilita, creo que no, porque se puede caer en la tentación de hacer una traducción literal, y eso puede ir en detrimento del idioma al que se traduce. Hay que respetar la música del original, pero tiene que sonar bien en el idioma traducido… Como ve, no es fácil, es una tarea compleja y adulta, que no se puede entregar a cualquiera. Cosa que se hace mucho porque no es un trabajo bien remunerado. Aunque cada día está más reconocido y ya hay facultades de traducción.
¿A cuál de libros traducidos por usted le guarda mayor cariño? ¿Por qué?
Cada uno tiene su propia historia, de cada uno guardo recuerdos inolvidables. Quizá “El viaje del elefante” sea especial, porque durante la escritura, José Saramago estuvo muy enfermo. Y cuando, contra pronóstico, se recuperó y volvió a la escritura, lo hizo con tal entusiasmo, en un estado de exaltación tal, que era contagioso. Fue un libro feliz, escribir para él y traducir para mí, porque habiendo vencido a la muerte, era un regalo maravilloso que tuve el privilegio de recibir y que no podré agradecer nunca. Por la sencilla razón de que cada día que pasa soy más consciente y, sin embargo, lamentablemente, José Saramago ya no está aquí para que lo comentemos y nos riamos juntos.
Con libros tan impresionantes como El Evangelio según Jesucristo, El viaje del elefante y Ensayo sobre la ceguera, Saramago promovió empatía, controversia y el difícil ejercicio del librepensador. ¿Cómo ve en la actualidad su legado? ¿Cree que la Fundación José Saramago está preservando su genio?
La Fundación José Saramago no nació para preservar el genio del autor, que está en sus libros y estuvo en su vida. Los libros pertenecen a los lectores y los promueven las editoriales. En cuanto a la vida, ahí está, ya es intocable. Nosotros trabajamos para que el debate de ideas se mantenga, para continuar las posiciones cívicas que eran suyas y que entendemos que son las que nos hacen mejores como seres humanos. Que la Declaración de Derechos Humanos no sea papel mojado, promover la Declaración de Deberes Humanos, en eso estamos, para eso existimos. Y para que la Cultura con mayúscula esté presente en la vida de cada día, por eso desde la Fundación organizamos actividades que nos hacer pensar. Y ya sabemos: quien piensa, agranda su cerebro, ve más lejos, entiende más. Y no se deja engañar por los mensajes dudosos que cada día tratan de atontarnos.
Caín retoma un lenguaje concomitante con los textos fundacionales judeocristianos y termina con una frase lapidaria “La historia ha acabado, no habrá nada más que contar”. Se comenta que continuó escribiendo hasta sus últimos días, pero ¿Saramago concibió Caín como el último libro que publicaría?
No, Saramago, tras Caín, comenzó a escribir otro libro que se iba a llamar “Alabardas alabardas, espingardas, espingardas” y que, lamentablemente, no pudo acabar. Caín no es un testamento, aunque sí es un pulso con el Dios de la Biblia, ése que dijo que había hecho al hombre a su imagen y semejanza y en la primera página de la Biblia ya hay un crimen. Entonces, cuando llega el Diluvio Universal, Saramago decide que su paciencia se ha terminado, que ya Dios ha probado con muertes y sacrificios a los hombres hechos a su imagen y semejanza, que ya ha pasado Sodoma y Gomorra, ciudades que Dios arrasa con fuego porque los mayores, todos, algunos, son homosexuales, y no salva ni a los niños de pecho, ya han pasado demasiadas carnicerías como para soportar que la imagen de Dios, ese hombre de la Biblia, se siga reproduciendo. Y pone punto y final, le hace el pulso a Dios y el autor gana: no habrá más que contar. Y ahora que no vengan a decir que Dios castigó a Saramago quitándole la vida poco después: esa explicación no es digna de los creyentes auténticos ni de quienes usamos las razón para entender.
José Saramago fue de los primeros escritores mundialmente reconocidos en tener un blog. ¿Cómo veía las nuevas tecnologías en relación con la escritura y difusión de sus ideas?
Escribir es escribir y leer es leer, independientemente del soporte en que se haga. Saramago no estaba agarrado al papiro ni a la vieja máquina de escribir, sabía que todo cambiaba y se incorporaba a los cambios con la misma disposición que al agua corriente dentro de las casas o la luz eléctrica: sin aspavientos, sin maravillarse, con naturalidad. Que era uno de sus rasgos: la sencillez, junto a la naturalidad y a la sabiduría.
¿Cree que la industria editorial está en crisis? ¿sucumbirá como lo hizo la industria de la música?
No creo que la industria editorial esté en crisis: nunca se ha leído más que ahora, entre otras cosas porque jamás ha habido una cuota tan baja de analfabetos… Esto no significa que vivamos instalados en el paraíso, pero tampoco en el infierno. Otra cosa es que hayan surgido editoriales sin haber hecho antes planes de viabilidad y por eso fracasen, o que otras, las grandes, pretendan hacer millones y millones como si esto fuera una industria cárnica… Ojalá se consumieran los libros como los alimentos diarios, pero eso no ha pasado nunca y no creo que vaya a pasar. Pienso, sin embargo, que el libro electrónico democratizará, de alguna manera, la lectura. Confío en eso. Y no creo que haya crisis, creo que antes hubo malas gestiones o ambiciones empresariales desmedidas. Seamos más conscientes de que no estamos hechos de oro.
¿Cómo cree que habría que introducir la lectura entre los niños?
Expertos hay para opinar sobre eso, pero creo que lo primero que tendría que ocurrir es que los niños “sintieran” que sus profesores leen, cosa que no siempre ocurre. Y que vean a sus padres leer… pero, desgraciadamente, muchos niños proceden de familias desectruturadas, que no es que no vean leer, es que no ven ni ejemplos morales, ni afán de superación, en fin, ven tragedias terribles en su entorno. A esos niños la lectura le importa un bledo. Les importa lo que ven en las televisiones: el fútbol, el famoseo, esa vida degradada que se ha convertido en modelo… Hace unos días oí decir a unas niñas de 14 años que su aspiración era casarse con un “famoso”… Y el famoso era el jefe de la panda del barrio, casi un “mara”. En definitiva, hay mucha carne de cañón, hay mucha miseria en nuestra sociedad, justo ahora, que por fin tenemos medios para ser mejores porque los avances y la tegnología lo permiten. Pero ni es un proyecto universal ni siquiera un sueño compartido. No queremos un mundo de sabios, queremos un mundo de consumistas pacíficos.
¿Le gusta el circo? ¿Qué artista circense le interesa más?
De pequeña fui al circo, eran los años 50 y era una tremenda ilusión. Luego, con la edad y ciertas responsabilidades, me alejé de este mundo, al que me acercó de nuevo la familia Aragón. Que es una familia que amo y respeto, artistas integrales que llenaron de belleza y bondad nuestras tardes. Y que añoro como pocas cosas. Siento tanto que las televisones, todas, a la hora que los niños llegan del colegio no tengan ese tipo de programas en el que se saludaba, divertía, enseñaba, conmovía… los payasos de la tele son unos de mis referentes vitales.
Algo que quisiera decirle a los lectores de Circo Iberia…
Sí: que en homenaje a la familia Aragón, como un aplauso debido a lo mejor que hay en nosotros, vean “Pájaros de papel” la película de Emilio Aragón. El argumento no es circo, los protagonistas son cómicos que van de pueblo en pueblo, pero es de una belleza arrasadora, de una calidad como pocas películas en el cine español. José Saramago asistió a un pase privado y lloró de emoción como un niño, como lloraron los protagonistas viéndose a sí mismos representando papeles de gente humilde, que se busca la vida, que intenta no hacer daño y tal vez llevar alegría. Es una de las mejores películas que he visto en mi vida por la verdad que rezuma y por lo bien hecha que está. Por favor, sigan a Saramago, busquen esa película, saldrán con el corazón más esponjado y reconfortados.
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