Perguntam-me não raras vezes:
- "Qual o livro de José Saramago que mais gostaste de ler?"
A resposta que pode ser dada a cada momento:
- "Impossível de dizer... não sei responder, não seria justo para com outros (livros) não nomeados. Mas uma coisa sempre soube. Uma obra de Saramago, enquanto "pseudo ser vivo" ou com "gente dentro" tem que me raptar, prender-me, não me deixar sair de dentro das suas páginas. Fazer de mim um refém, e só me libertar no final da leitura... mesmo ao chegar à última página. Aí, o "Eu" leitor que se mantém refém, liberta-se da "gente que a obra transporta dentro" e segue o seu caminho.
Mas segue um caminho que se faz caminhando, conjuntamente com mais uma família"

Rui Santos

quinta-feira, 27 de novembro de 2014

Pilar del Río em entrevista ao jornal mexicano Excélsior

Pilar del Río, está no México, por ocasião da feira do livro, FIL Guadalajara, apresentado o inédito e inacabado livro "Alabardas Alabardas Espingardas Espingardas".
Do outro lado do mundo, para lá de tanto mar percorrido, a América Latina e Central, muito continua a exigir a presença das palavras de José Saramago. Em muitos relatos, não raras vezes Saramago se referia à multidões que se juntavam para o ouvir.
Daqui, de onde os "velhos do restelo" continuam a olhar para o seu umbigo, lá longe em outros paralelos e latitudes, chegam estes relatos. 
Não é a pequenez lusitana que assusta, é a dimensão dos outros que estranho. 

"Pilar del Río, viuda del Nobel de Literatura portugués, presentará en la FIL Guadalajara el último libro del novelista, ilustrado por su amigo Günter Grass"



(imagens de viagens ao México, onde Saramago conviveu e ouviu as razões de alguns activistas)


"Protesta Saramago contra las armas"

"CIUDAD DE MÉXICO, 25 de noviembre.- A medida que Pilar del Río leía Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, el último libro que dejó José Saramago (1922-2010), se convencía de que no quería publicarlo. Y no porque estuviera inacabado o porque no valiera la pena volver sobre el tema de la guerra y el negocio de las armas, sino porque no quería desprenderse del último eco de su esposo.

“Porque mientras estuvo en el sitio donde lo dejó… siempre cabía la esperanza de que viniera a acabarlo. Pero el día que tomé el original, lo fotocopié y lo envié a los editores, supe que estaba cerrado un capítulo. Me estuve reservando mucho tiempo a que ese momento llegara, pero sabía que el libro sería publicado en una circunstancia especial”, reconoce la viuda de Saramago.

El libro se publica ahora, porque se recuerda el centenario de la Primera Guerra Mundial, explica la periodista, y es una especie de alegato contra la guerra. Hoy sabemos que ese tema lo ocupó mucho, sobre todo en los últimos tiempos, así que podemos decir que toda la obra de Saramago es una meditación sobre el poder y la responsabilidad.

El poder que para imponerse inventa religiones como en Caín y el poder que para imponerse inventa armas porque cuando no pueden, de forma coercitiva, doctrinaria o dogmática, vienen con las armas como estamos viendo en el islam en este momento, detalla.

La historia es protagonizada por Artur Paz Semedo, el cual para Del Río es uno de los típicos personajes masculinos de las obras de Saramago, como don José de Todos los nombres o Ricardo Reis de El año de la muerte de Ricardo Reis, que eran taciturnos y un poco solitarios.

En algún momento, Francisco Umbral escribió una crónica en agosto de 1998, donde se refirió a Todos los nombres, recuerda la viuda, donde aseguraba que Saramago había escrito una no novela, con unos no personajes de una no historia, de un no encuentro, de un no amor y, que después de esto, lo único que le quedaba era sentarse a la puerta de su casa y esperar que le den el Nobel.

Es cierto, todos sus hombres viven en espacios pequeños, un poco claustrofóbicos y son pocos sociales, así que Paz Semedo me pareció un personaje que no me gustaba frente a la fecundidad de la mujer, reconoce.

“Pero luego me he dado cuenta de que la mayor parte de los seres humanos somos pobres diablos, como Paz Semedo y como don José. Somos la gente que estamos en nuestras casas y que vemos pasar trenes y no nos preguntamos qué son esos trenes que llevan tanta gente dentro… y así sucede un genocidio de judíos en un campo de concentración y nadie pregunta algo”, comenta.

Justo Saramago viene a recordar que no puede ser un buen ciudadano que cumple con las leyes de tráfico si estás haciendo armas para matar. “Entonces, ¿no somos los que estamos viendo lo que está pasando en el mundo?, ¿no estamos viendo la corrupción masiva?”, añade.

Es decir, sólo protestamos si una industria nos afecta con el mal olor. Pero si una fábrica produce armas… suponemos que van a matar a otros en África u otras partes del mundo.

Sin embargo, Saramago siempre fue un opositor a la guerra. Incluso, se sabe que no hizo el servicio militar, quizá por sus ideas y por su complexión, porque era muy delgado y no lo consideraron apto.

El libro, que integra los comentarios de Roberto Saviano y Fernando Gómez Aguilera, incluye una decena de ilustraciones del escritor alemán Günter Grass, amigo de Saramago, cuya faceta es poco conocida por el público de América Latina, aunque en Alemania sí se han difundido sus ilustraciones.

En este libro, el autor lusitano reconoce que “el sentir humano es una especie de caleidoscopio inestable”. Sin embargo, él siempre decía que hoy no estamos peor que nunca, pues por vez primera tenemos posibilidades para vencer lo imposible en la Edad Media: las epidemias, el hambre y la incultura.

Del Río recuerda que el novelista se pronunció en 1997 en contra de la matanza de Acteal en Chiapas. “¿Qué pasaría hoy con los normalistas? Nunca voy a decir lo que José haría o diría, pero desde luego él estuvo en Timor, Acteal, con los Zahrawi masacrados, y en Palestina.”

¿Qué comentaría usted sobre este tema? “En la situación actual quiero confiar en que México, que es un país de una tradición muy encontrada, con una base tan sólida… tendrá que haber un proyecto de reconstrucción de la idea originaria de este país que recibió a todos los exilios, un país que siempre ha sido de concordia, insisto, va a tener que reinventarse”, dice.

“¡México no puede tener desaparecidos! Y no pienso desde fuera, porque yo me siento absolutamente mexicana y con derecho a opinar. Así que tendremos que encontrar la fórmula. No podemos estar en esta deriva en las primeras páginas del mundo o en las conversaciones por algo que no es bueno”, concluye."

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