Perguntam-me não raras vezes:
- "Qual o livro de José Saramago que mais gostaste de ler?"
A resposta que pode ser dada a cada momento:
- "Impossível de dizer... não sei responder, não seria justo para com outros (livros) não nomeados. Mas uma coisa sempre soube. Uma obra de Saramago, enquanto "pseudo ser vivo" ou com "gente dentro" tem que me raptar, prender-me, não me deixar sair de dentro das suas páginas. Fazer de mim um refém, e só me libertar no final da leitura... mesmo ao chegar à última página. Aí, o "Eu" leitor que se mantém refém, liberta-se da "gente que a obra transporta dentro" e segue o seu caminho.
Mas segue um caminho que se faz caminhando, conjuntamente com mais uma família"

Rui Santos

quinta-feira, 27 de novembro de 2014

"Yo extraño a José Saramago" - Oscar Benassini

Oscar Benassini, tem uma coluna de opinião no jornal Excélsior (México) http://www.excelsior.com.mx/opinion/oscar-benassini

Em meados de 2012, assinala 2 anos passados... que passaram após a morte de José Saramago.
É um testemunho muito interessante...

"Yo extraño a José Saramago" - Oscar Benassini 21/06/2012

Aqui o link da crónica,
em http://www.excelsior.com.mx/opinion/2012/06/21/oscar-benassini/842626

Hace ya dos años que murió el escritor portugués. Lo extraño de verdad.

"Hace ya —junio 18— dos años que murió. Lo extraño de verdad; “como si lo hubiera conocido”, diría cualquiera. Yo digo que a los artistas los conoces por su trabajo, y no hace falta pararte frente a ellos y que te sean presentados. No es raro que cuando se llega a tener esa experiencia piense uno que ha conocido a alguien diferente del que se había hecho en la conciencia por su arte. Más que ningún otro escritor, a mí me gusta mi versión de Saramago, la que se hace extrañar. Hay aspectos de su manera de vivir que sencillamente cautivan, asombran, conmueven a partir de esa sequedad que parecía ser una parte importante de su identidad. Anoto algunos de esos datos mezclados con algunas citas textuales —publicadas en Excélsior a manera de homenaje— que no dejan duda de quién era el portugués. Muy joven escribe dos novelas que no tienen éxito; ni siquiera consigue la publicación de la segunda, y pasa entonces los siguientes 25 años sin escribir ninguna más. Vende seguros, es reportero, crítico literario, columnista de cultura, editor y traductor del francés y del ruso. ¿Qué dice de esos años?: “Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar”. Santo Job de las letras. Se afilia luego al Partido Comunista Portugués (1969) y participa en La Revolución de los Claveles, que lleva la democracia a Portugal en 1974, tras una larguísima dictadura. Asegura entonces: “Soy comunista hormonal”, y afirma: “He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, un intento de colonización del otro”. En 1980, a sus 58, retoma la escritura y van brotando en torrente, uno tras otro, intempestivos, los libros que lo harán merecer el Premio Nobel de Literatura 18 años después. Predica en esa época: “El caos es un orden sin descifrar”, “yo no escribo por amor sino por desasosiego, escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo”, “no es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo” (¡maravillosa!), “hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”. El mejor de sus textos para este lector es El Evangelio según Jesucristo, una propuesta alternativa de la vida del personaje, que nos maravilla cuando, a pesar de ello, concluye exactamente de la misma manera que el texto de Mateo, con la crucifixión. La República de Portugal, que Saramago había ayudado a construir, veta el libro por considerarlo ofensivo a los católicos, y paradójicamente precipita la fama del escritor. ¿Sus sentencias?: “No creo en Dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Un creyente pasa fácilmente a la intolerancia. No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona”. Le habrá sido dado escribir de viejo, curioso, cuando esas edades suelen mermar la aptitud creativa de tantos. Su temperamento apacible, ése tomarse su tiempo en todo y para todo, viviendo con lentitud, lo vuelven uno de los creadores más tardíos de que se tenga memoria. Percibe y asume su vejez, así como la proximidad de la muerte. Sigue escribiendo con las letras como un fardo a cuestas, y sigue claridoso: “Quien va a morir está ya muerto y no lo sabe”. “No he sentido jamás la necesidad de un triunfo, la necesidad de tener una carrera, de ser reconocido, de ser aplaudido. No he hecho en cada momento nada más que lo que tenía que hacer”. “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”. Memorable su última visita a México. Pregunta el entrevistador en cadena nacional de televisión: “¿Por qué no nos visita más seguido?” Responde Saramago, sin sorna, inocente: “Porque me hacen entrevistas como ésta, que me fatigan por inútiles, pero es un compromiso con mi editorial y qué se le hace”. La leucemia, tardía como todo en su vida, lo mata tras permitirle declarar —congruencia absoluta— todavía: “Entraré en la nada y me disolveré en ella”. A fin de cuentas la inteligencia es un privilegio; por eso se le extraña tanto."

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